viernes, 12 de junio de 2009

CINEX-PRESIÓN INVITA Y CORREO ENVIADO



CORREO ENVIADO
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A los primíparos, los mejores maestros

Por: Tulio Elí Chinchilla
CADA VEZ MÁS EL MUNDO ACADÉmico de hoy reserva sus mejores docentes a los posgrados o a los niveles superiores del pregrado. Magísteres y doctores de gran nombradía, profesionales de alta competencia rehúsan “rebajarse” al ciclo básico de formación profesional.

Nuestras universidades deberían reflexionar sobre tan significativo viraje en las preferencias de sus docentes. ¿Por qué treinta años atrás los más calificados profesores se enorgullecían de impartir docencia en los primeros semestres? Era una clave secreta de la buena formación profesional en aquel modelo de universidad: una sólida base científica, como fundamento de toda solvencia profesional. Lo cual supone poner el énfasis en las “teorías generales” o asignaturas fundantes del saber aplicado, sólo ellas moldean la estructura mental y el tipo específico de razonamiento de cada disciplina científica. Ello explica que un sabio de la talla de Roald Hoffman, Premio Nobel de Química (1981), se ufanara, ante el sorprendido auditorio de la Universidad de Antioquia (octubre de 2008), de enseñar a estudiantes de primeros semestres en la Universidad de Cornell.

Tal vez el encumbrado profesor de hoy prefiera un “diálogo entre iguales” con colegas ya formados, porque sólo este escenario avanzado le garantiza discutir “con altura” sus sofisticadas reflexiones y recientes hallazgos. Por eso, en vez de la modesta cátedra diaria con jóvenes en formación, sea más atractivo viajar y brillar en flamantes conferencias, foros, seminarios, congresos, diplomados y demás eventos académico-sociales (más sociales que académicos) del mundo del saber. Y ello a pesar de que sólo excepcionalmente se advierten diferencias cualitativas entre alumnos de pregrado y de posgrado, sobre todo cuando aquellos son aventajados.

Pero el actual mundo universitario, convertido en otro mercado capitalista (y de los más salvajes), impone rangos de consumo estratificado y brutales exclusiones. Como todo mercado, el académico produce distorsiones y tendencias contraproducentes, en este caso para la academia misma. Una de ellas es la fuga de talentos humanos reconocidos hacia las actividades docente-investigativas más rentables, fuente de recursos económicos para las instituciones. Fuga inevitable, dado que la remuneración de los docentes y conferenciantes del posgrado supera en cinco o diez veces la del profesor de pregrado.

Como dijera William Deresievicz, —profesor de la Universidad de Yale— al develar las falacias y trampas de la “educación de élite”: “En las instituciones de investigación de punta los profesores son valorados exclusivamente por sus trabajos académicos; el tiempo que pasan enseñando es tiempo perdido” (El malpensante, N. 95). Postura que parece olvidar que son precisamente estos primeros cursos los que permiten superar, al menos parcialmente, el déficit de formación del bachillerato.

Tal vez algún tipo de incentivos al trabajo de formación básica (descargas académicas, limitación de cupos por curso, derecho al año sabático y a la dedicación exclusiva, etc.), sea necesario a fin de atraer a una que otra vedette científica al mundo de los posadolescentes.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

es muy rico estar en los ciclos de cine ya que permiten un acecamiento a los hechos historicos, que permearon en nuestra dimension social y q de alguna manera estuvo influenciado en nuestro pais.
gracias.